Los asesores presidenciables del hoy.

He sido asesor en varias campañas electorales, de esas que ya no se fabrican, como los trajes a la medida o los viejos vinilos: piezas de artesanía que ahora parecerían ridículas en un escaparate moderno. Vengo de la vieja escuela norteamericana, donde un asesor era, más que un hombre, una sombra. Una lealtad sin fotografía. Una voz detrás de la voz.

Antes, estar cerca del poder no era un trampolín para la celebridad, sino una condena voluntaria al anonimato. No había selfies, no había cuentas verificadas, no había risas estúpidas encima de una capota de un vehículo en campaña. Uno asesoraba, y eso era todo: se jugaba la piel sin esperar el aplauso. Se vivía de la estrategia, no del espectáculo.

Hoy los asesores se han puesto modernos. Publican libros a los tres meses de perder una elección, dan conferencias para explicar sus derrotas como si fueran victorias épicas y tuitean frases motivacionales que suenan como etiquetas de té barato. No buscan cambiar países: buscan cambiar de auto, de país, de trending topic.

Yo no. Y prefiero seguir así.

Yo prefiero seguir escribiendo en los márgenes, cuidando que nadie me nombre, que nadie me célebre. Prefiero el silencio de las noches de planificación, ese sabor agrio y dulce de saber que, aunque el mundo nunca lo sepa, una idea tuya pudo torcer la historia un milímetro hacia el lado correcto.

Es mejor así: que el éxito sea del otro. Que la luz sea del candidato. Que el país ni siquiera sospeche quién movió las piezas.

La política de hoy tiene demasiados asesores que quieren ser más importantes que el presidente, más famosos que el escudo de la República. Hay más discursos para Instagram que para la Historia. Y claro, eso vende. Eso hace reír. Eso emociona a un país agotado de pensar.

Pero yo sigo creyendo en otra política: la de los hombres grises que saben construir sin posar. La de los que entienden que no se gobierna para ganar aplausos, sino para resistir en la tormenta.

Así que aquí estoy, en la sombra. Sin primeras planas. Sin editoriales aduladores. Sin likes. Solo con una vieja convicción que me arrullo como un amuleto:

se sirve mejor al país cuando uno está dispuesto a no figurar.

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Marino Berigüete

Diplomático de carrera,Abogado Máster en Ciencias Políticas, Máster en Relaciones Internaciones,UNPHU Postgrado Procedimiento Civil, UASD/ Escritor y Poeta.

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