Vientos de cambio en la diplomacia

El sol caía lentamente en la Universidad del Caribe, impregnando el campus con una cálida luz dorada que acentuaba la atmósfera de celebración y logro. Fue en este escenario, en la graduación del sábado, donde una joven estudiante se acercó a mí, sus ojos brillaban con el entusiasmo y la pasión de quien ha descubierto una verdad trascendental. Comenzó a hablarme sobre la diplomacia y cómo, en su opinión, había cambiado de manera drástica en nuestro país. Al escucharla, comprendí que sus palabras no solo eran reflexiones de una mente joven y brillante, sino también un eco de una transformación profunda y real.

La diplomacia, esa noble y antigua práctica de gestionar las relaciones entre naciones, ha sufrido una metamorfosis significativa en los últimos años. Los embajadores de hoy ya no son solo veteranos de carrera con décadas de experiencia, sino también jóvenes llenos de talento y formación académica rigurosa. Han obtenido maestrías no solo en nuestras prestigiosas universidades nacionales, sino también en las más renombradas instituciones extranjeras. Esta nueva generación de diplomáticos trae consigo un enfoque fresco y dinámico, acorde a las exigencias de un mundo en constante cambio.

La diplomacia, por su propia naturaleza, siempre ha sido un arte discreto. Sin embargo, en los tiempos actuales, esta discreción se ha vuelto aún más pronunciada. Los retos con nuestro país vecino han obligado a nuestros diplomáticos a trabajar de manera silenciosa, muchas veces en la sombra, mientras los focos de los medios se centran en eventos más estridentes. Ellos, en su labor silenciosa, dedican largas horas al análisis minucioso y a la búsqueda de soluciones creativas para las crisis que surgen, muchas veces de manera inesperada.

Históricamente, el ejercicio diplomático ha sido percibido como una actividad distante, manejada por expertos en altos cargos, cuyas decisiones rara vez parecían impactar directamente nuestras vidas cotidianas. Pero en esta era de cambios profundos y acelerados, esa percepción ha cambiado. Los desafíos actuales y futuros no respetan fronteras; la pandemia de COVID-19, con su trágico manto, ha demostrado de manera dolorosa cómo los problemas nacionales e internacionales están entrelazados, desdibujando las líneas que alguna vez creímos firmes entre ellos.

Hoy, nos enfrentamos a una miríada de problemas globales que exigen atención y acción inmediata. La lucha contra el cambio climático, la conversación pública global facilitada por la revolución en las telecomunicaciones, la gestión de los flujos migratorios y los vínculos comerciales, económicos y financieros son solo algunos de los temas que demandan una atención más detallada y coordinada en el ámbito de las relaciones internacionales.

La cancillería de nuestro país ha demostrado una dirección acertada y eficaz en la conducción de estos temas durante las diversas cumbres internacionales. La diplomacia contemporánea ha ganado en profesionalismo y respeto a las leyes que rigen la carrera diplomática. Esta evolución ha exigido a nuestros representantes mayor entrega, preparación y una dedicación inquebrantable al servicio público.

Los avances que nuestro país ha logrado en esta materia son notables. El entendimiento y fortalecimiento de las relaciones con otros países son un testimonio de la conducción profesional y dedicada del actual canciller y su equipo de trabajo. Esta evolución en la diplomacia no solo refleja una adaptación a las nuevas realidades globales, sino también un compromiso firme con la colaboración internacional y la gestión eficiente de los problemas transnacionales, que son ahora más cruciales que nunca.

Al escuchar a la joven estudiante, me di cuenta de que sus palabras no eran solo una observación académica, sino una verdad palpable. La diplomacia, en su esencia, ha evolucionado, adaptándose a las nuevas realidades y desafíos de un mundo globalizado. Esta transformación es un reflejo de nuestra capacidad para innovar y mejorar, para enfrentar los retos del presente y del futuro con una visión clara y un compromiso firme. Y así, con una renovada esperanza en el poder del diálogo y la cooperación, se había terminado la graduación y me alejé de la Universidad del Caribe, consciente de que la diplomacia moderna está en manos capaces y dedicadas en esta época de guerras y desafíos en el mundo de hoy.

Hasta el próximo…

Autor: Marino Berigüete

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Marino Berigüete

Diplomático de carrera,Abogado Máster en Ciencias Políticas, Máster en Relaciones Internaciones,UNPHU Postgrado Procedimiento Civil, UASD/ Escritor y Poeta.

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