En este preciso momento del domingo 28, mientras los votos se cuentan meticulosamente en los colegios electorales de Venezuela, los cancilleres de naciones democráticas como República Dominicana, Argentina, Uruguay, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Paraguay y Perú han alzado la voz exigiendo transparencia en el desarrollo de este proceso. ¿Podrán las urnas, en medio de esta encrucijada, poner fin a la dictadura que sofoca a la tierra de Bolívar? Permítanme, desde mi escepticismo crónico, dudar de esta posibilidad. Aunque anhelo fervientemente presenciar una Venezuela renacida en democracia, la jibarizada realidad que nos ofrece el panorama actual es sombría y desoladora. Mientras la oposición y el gobierno alardean de supuestos triunfos, el Consejo Nacional Electoral se mantiene en ominoso silencio. Es probable que ninguna de las facciones en contienda, atrapadas en su encapsulado triunfalismo, esté dispuesta a aceptar los resultados decretados en las urnas, sin importar cuáles sean estos. El abortado proceso electoral que hizo eco en 2018 exhibe inquietantes similitudes con la farsa que estamos presenciando en este domingo 28 de 2024. ¿Qué ha cambiado desde entonces? La persecución a la prensa y la oposición persiste, la cárcel engulle a más de ochenta opositores y la rigidez inclemente del régimen dictatorial, lejos de debilitarse, se haya ahora más vorazmente aferrada al timón del poder. El actual proceso electoral, bañado en tintes autoritarios, nos enfrenta a extremos insoslayables, como la proscripción de la candidatura presidencial de la destacada líder opositora María Corina Machado, quien ostenta una genuina legitimidad en la fervorosa aceptación de un significativo sector de la ciudadanía. ¿Dónde, en medio de este tumultuoso panorama, podría ingerirse el aire puro de la democracia en Venezuela? En ningún rincón. ¿Será Edmundo González capaz de doblegar la tiranía? Aventuro mantener mis dudas, aunque anhele con febril emoción presenciar la caída de este régimen despiadado. Quizás vislumbremos un milagro. Los expertos en el análisis político coinciden al afirmar que la brecha que separa a ambas candidaturas es abismal, más mi escepticismo de que ganará la oposición, persiste. La tiranía, hábil manipuladora, emplea las urnas como mero artificio de legitimación, sin la más mínima intención de arriesgar la pérdida ni de respetar el curso del proceso electoral. El dictador ya tiene los resultados predispuestos a su favor y está determinado a perpetuarse en el poder a cualquier precio. Él, sabe que es cautivo únicamente de dos destinos: vencer o rendirse a prisión, en estos días pronunció con ominoso orgullo las palabras de un autócrata despiadado: "somos dueños del poder popular, del poder militar, del poder policial, y de perder en estas elecciones, desencadenaríamos una carnicería, una guerra civil". Este proceso electoral, envuelto en sombras, no encarna la genuina esencia democrática, nunca la ha encapsulado. Las armas y el poder yacen en manos de aquellos poderes supeditados al dictador. Conscientemente constatamos que el entramado del poder militar y su funestra colusión con el narcotráfico impiden ceder el poder con facilidad. Verdaderamente, este simulacro electoral representa una suerte de apertura a un posible retiro del poder, despreciando los resultados del día de hoy. El espectro de las elecciones presidenciales en Venezuela no se reduce a una mera pugna de poder entre el chavismo, enquistado en las esferas del mando durante un cuarto de siglo, y la oposición. El acto de sufragio adquiere un peso colosal en el tablero geopolítico, en especial en la intrínseca red de naciones latinoamericanas. Este evento no constituye solo otro episodio en la tumultuosa historia política venezolana, sino un punto de inflexión capaz de redefinir las corrientes de poder en toda la región. Durante más de dos décadas, el chavismo ha dominado la nación venezolana, levantando promesas grandilocuentes de justicia social y la inauguración de una nueva era para sus ciudadanos marginados. No obstante, la cruda realidad se encarna en una economía al borde del colapso, una diáspora masiva y una crisis humanitaria sin precedentes. En los días precedentes a la jornada electoral, la tensión en el ambiente es palpable. Distintos líderes de la izquierda regional han trazado líneas rojas al presidente Nicolás Maduro, anticipando un escenario incierto e inquietante. Este apoyo lleno de recelos refleja la intrincada maraña de alianzas políticas en América Latina. El rastreo de los acontecimientos internacionales a este respecto resulta vital. Las elecciones en Venezuela son observadas con lupa por Estados Unidos, la Unión Europea y otros actores globales, conscientes de que cualquier desenlace arrastrará consigo implicaciones que rebasarán las fronteras venezolanas. Una victoria del chavismo acarrearía consigo la persistencia de un régimen aislado y sancionado, mientras que un triunfo de la oposición podría abrir un cauce hacia un período transicional. Para la oposición, estos comicios representan una coyuntura histórica para alterar el rumbo de la nación. Los líderes de la oposición han procurado aunar sus esfuerzos, con la consciente certidumbre de que solo mediante la unidad podrán enrostrar a un régimen tenaz y recio. Sin embargo, el escepticismo se mantiene enquistado en el seno de los votantes, muchos de los cuales contemplan el proceso electoral con reticencia, percibiéndolo como un tinglado amañado y manipulado. América Latina, región históricamente marcada por injerencias y batallas ideológicas, bien podría hallar inspiración en los eventos en curso en Venezuela. La elección ocurrida este domingo no solo reviste importancia para los venezolanos, sino que puede desencadenar una nueva era en la política latinoamericana en su conjunto. La oscuridad de la incertidumbre se cierne sobre el escenario político, pero una verdad se alza inmaculada: el desenlace de estos comicios reverberará con impacto profundo y duradero. Venezuela, en esta encrucijada crucial, y los elegidos por su sufragio podrán intuir el derrotero de la nación y de toda una región. En este preciso momento, cada voto se torna un acto de transcendencia, cada decisión cobrando una relevancia suprema, y el mundo aguarda con anhelo la culminación de este trascendental evento electoral que no ha terminado todavía con el anuncio del Consejo Electoral Venezolano. A medida que cierro estas palabras, el Consejo Electoral venezolano proclama como vencedor a Maduro, profiriendo un desprecio flagrante hacia los
El legado de Miriam Germán y Luis Abinader.
Estaba en la biblioteca, sumido en la lectura de Susan Sontag, cuando la voz serena de la honorable magistrada Miriam Germán llenó el espacio. Era su rendición de cuentas como Procuradora de la República. Entre sus muchas reflexiones, una frase me capturó: "Ni gané ni perdí, solo me marcho tranquila". Medité sobre esas palabras y comprendí que la tranquilidad no llega al ser humano por las palabras, sino por la conciencia. La conciencia es la que nos lleva a luchar con lo que somos y con lo que hemos sido. La magistrada Germán ha sido un faro de transparencia en su vida pública. Su dedicación a la justicia y su integridad han dejado una marca indeleble en el país. Nos encontramos ante la pérdida de un ser humano excepcional que ha consagrado su existencia a sus creencias más profundas. Un procurador judicial no es simplemente un funcionario, sino un verdadero administrador de la justicia, y eso fue lo que Miriam Germán representó durante su mandato. En cada caso que tocó, en cada fallo que dictó, Germán demostró un compromiso inquebrantable con la verdad y la equidad. Su labor no fue sencilla; en un país donde la justicia a menudo se ve empañada por intereses oscuros, ella se mantuvo firme y recta, como un árbol que resiste las tormentas más feroces. Esa tranquilidad de la que habla no es otra cosa que el reflejo de una vida vivida con integridad y valentía, enfrentando cada desafío con una ética inquebrantable. El vacío que deja en la Procuraduría es profundo. El sucesor que designen enfrentará la monumental tarea de estar a la altura de su legado. Las cualidades éticas y morales de Miriam Germán no son comunes; su capacidad para ver más allá de las apariencias y su compromiso con la justicia son atributos que el país necesita ahora más que nunca. La sanidad de nuestros estamentos sociales dependerá mucho de ello. El nuevo procurador deberá encarar una sociedad que clama por justicia, por una purificación que alcance todas las esferas de la vida pública. No basta con ocupar el cargo; se requiere un compromiso genuino con los valores que Germán defendió tan apasionadamente. Es imperativo que quien la suceda comprenda que la justicia no es un fin en sí mismo, sino un proceso continuo de búsqueda de la verdad y la equidad. La tranquilidad de Miriam Germán al dejar su puesto no es una señal de rendición, sino un testamento de una conciencia limpia. Es un recordatorio de que, al final del día, lo que realmente importa es haber actuado con rectitud y haber defendido con firmeza los principios que creemos inalienables. En la biblioteca, al reflexionar sobre sus palabras y su legado, me sentí inspirado. Miriam Germán nos deja un ejemplo de cómo la conciencia y la justicia pueden y deben coexistir en la función pública. Su partida es una pérdida, sin duda, pero también es una llamada a la acción. Es una invitación a seguir luchando por un país donde la justicia no sea solo una palabra, sino una realidad tangible para todos sus ciudadanos. Al repasar su carrera, es imposible no admirar la consistencia y la fortaleza con la que Germán se enfrentó a los desafíos. Desde su inicio como juez hasta su papel como procuradora, su trayectoria estuvo marcada por una inquebrantable fe en el sistema judicial y una firme determinación de mejorar la sociedad. Sus decisiones judiciales, a menudo impopulares, fueron siempre guiadas por un profundo sentido de justicia y una intransigente honestidad. Miriam Germán no solo impartió justicia; también la vivió. Su vida es un testimonio de cómo los principios y la moral pueden guiar a una persona a través de las turbulencias del servicio público. En un país donde la corrupción y la deshonestidad parecen ser la norma, su figura se erige como un monumento a lo que es posible cuando uno se mantiene fiel a sus valores. Su retiro plantea preguntas urgentes sobre el futuro del sistema judicial en nuestro país. ¿Podrá su sucesor mantener el nivel de integridad y transparencia que ella estableció? ¿Habrá un compromiso similar con la justicia y la equidad? Estas preguntas no son solo retóricas; son cruciales para el futuro de nuestra nación. El sistema judicial, en su mejor expresión, debe ser un reflejo de los valores más elevados de la sociedad. Miriam Germán, con su servicio, mostró que es posible mantener esos valores en el centro de nuestra justicia. Dejó claro que la justicia no es una abstracción lejana, sino una realidad que afecta la vida de cada ciudadano. Su ejemplo nos desafía a todos a ser mejores, a demandar más de nuestros líderes y de nosotros mismos. Mientras la escuchaba en la biblioteca, no pude evitar sentir una mezcla de tristeza y esperanza. Tristeza por su partida y por la incertidumbre que deja, pero esperanza porque su legado vive en cada uno de nosotros. Nos ha mostrado el camino; ahora depende de nosotros seguirlo. En un mundo cambiante y a menudo desalentador, la tranquilidad de la conciencia que Miriam Germán ha encontrado es una lección para todos. Nos enseña que la verdadera paz no proviene de evitar los problemas, sino de enfrentarlos con valentía y rectitud. Su vida es un recordatorio de que, aunque el camino de la justicia pueda ser arduo y lleno de obstáculos, es el único camino que vale la pena seguir. El legado de Miriam Germán es una guía de integridad y justicia en un mar de incertidumbre. Su vida y su carrera nos enseñan que la verdadera tranquilidad viene de vivir conforme a nuestros principios, luchando por lo que es justo y correcto. Ojalá su ejemplo inspire a futuras generaciones de juristas y líderes a seguir sus pasos, asegurando que la justicia y la equidad prevalezcan en nuestra sociedad. Ahora le tocará al gobierno de Luis Abinader demostrar con la designación del nuevo procurador que la lucha contra la corrupción no era de la procuradora que se marcha, sino que es
Un Viaje a través de los ensayos clásicos y contemporáneos.
En los siete meses que lleva este año, he encontrado refugio y placer en la poesía de diversos autores. Al mismo tiempo, he descubierto el poder transformador de los ensayistas que, con sus palabras, han fortalecido mi comprensión y aprecio por un género que a menudo se revela esquivo y complejo. Cuando me siento a escribir, sus voces resuenan en mi mente como esa voz llena de sabiduría y perspicacia. Estoy convencido de que todo amante de la escritura debería conocer a estos gigantes del pensamiento. Permítanme presentarles a algunos de los más clásicos e influyentes en este ámbito. Comencemos con Michel de Montaigne, el padre del ensayo moderno. Sus "Ensayos" son una ventana al alma humana, un espejo en el que todos podemos ver reflejadas nuestras propias dudas y certezas. Montaigne nos invita a dialogar con nosotros mismos, a cuestionar nuestras creencias y a explorar las profundidades de nuestra mente con una honestidad incuestionable. Carlos Granés, por su parte, nos ofrece una visión contemporánea y aguda de la cultura y la sociedad. Sus análisis son precisos, cargados de una crítica que no se detiene ante las apariencias, sino que busca desentrañar las raíces mismas de los fenómenos que aborda. Susan Sontag, con su inigualable capacidad para interrogar y desafiar, nos enfrenta a la cultura y el arte desde una perspectiva radical y profunda. Sus ensayos son una escuela que iluminan el camino en medio de la oscuridad de lo cotidiano, revelando verdades incómodas pero necesarias. Cesare Pavese, con su sensibilidad poética y su aguda introspección, nos muestra la belleza y la tristeza de la existencia humana. Sus escritos son un viaje a través de las emociones y las experiencias que nos definen, un recordatorio de la fragilidad y la fuerza que coexisten en cada uno de nosotros. Javier Cercas nos lleva por los caminos de la historia y la memoria, explorando las complejidades de la verdad y la ficción. Sus ensayos son un testimonio del poder narrativo para dar sentido a nuestra realidad, una invitación a reflexionar sobre quiénes somos y de dónde venimos. Walter Benjamín, con su mirada melancólica y su capacidad para capturar la esencia de la modernidad, nos ofrece un análisis profundo de la cultura y el tiempo. Sus ensayos son obras de arte en sí mismos, llenos de intuiciones brillantes y observaciones perspicaces. E.B. White, con su prosa clara y elegante, nos muestra la belleza de lo cotidiano. Sus escritos son un homenaje a la simplicidad y la claridad, una lección de cómo la buena escritura puede elevar lo ordinario a lo extraordinario. Leila Guerriero, con su periodismo literario, nos presenta retratos vívidos y conmovedores de personas y lugares. Sus ensayos son un testimonio de la humanidad en toda su diversidad y complejidad, un recordatorio de la importancia de escuchar y contar historias. Y finalmente mis maestros, Mario Vargas Llosa, nos enseña la disciplina y la pasión por la escritura. Sus ensayos son un ejemplo de rigor intelectual y compromiso con la verdad, una inspiración para todos los que aspiramos a entender y transformar el mundo a través de las palabras. Jorge Luis Borges, con su erudición y su imaginación desbordante, nos invita a explorar los laberintos de la mente y el universo. Sus ensayos son puertas a mundos infinitos, donde la realidad y la ficción se entrelazan en un juego de espejos fascinante. Y el gran Octavio Paz nos ofrece una meditación profunda sobre la cultura, el arte y la política. Sus ensayos son un viaje a través del pensamiento y la poesía, una búsqueda incansable de la verdad y la belleza. Estos autores, cada uno con su voz única, nos han ofrecido un tesoro de sabiduría y belleza. Al leerlos, no solo ampliamos nuestro conocimiento, sino que también nos enriquecemos como seres humanos, aprendiendo a ver el mundo con nuevos ojos y a expresar nuestras propias verdades con mayor claridad y profundidad. Su legado es una invitación constante a explorar, cuestionar y celebrar la complejidad de la vida y la escritura.
República Dominicana frente a la OEA.
La República Dominicana, ese país enclavado en el corazón palpitante del Caribe, se erige con orgullo como una de las economías más pujantes de la región. Desde su adhesión a la Organización de los Estados Americanos (OEA) en abril de 1948, durante el histórico evento donde se firmó la trascendental “Carta de Bogotá”, nuestra nación ha desempeñado un papel vital junto a otros catorce países fundadores que dieron vida a este importante organismo. En este contexto, no solo hemos sido participantes activos, sino protagonistas comprometidos con los ideales de democracia, derechos humanos y desarrollo económico que la OEA promueve. Con un legado cultural vibrante y una historia llena de altibajos, hemos sabido transformar nuestros desafíos en oportunidades, consolidándonos como uno de los países estrella de progreso en el Caribe, con una democracia sólida y un cuerpo diplomático respetado en el mundo actual. La historia, con su ritmo circular, me llevó a reflexionar en estos días sobre una noticia que leí el 24 de junio en un periódico internacional, donde se anunciaba la despedida de Luis Almagro como secretario general de la OEA. Recuerdo vívidamente aquellos días; yo era embajador en Paraguay y Pepe Mujica acababa de asumir el poder en Uruguay. Fue en ese contexto que Luis Almagro, entonces canciller, empezó a promoverse como candidato a la secretaría general de la OEA, en medio de las inevitables contradicciones que atravesaba la región en ese año del 2015. El secretario general de entonces era el chileno José Miguel Insulza. Asistí, como representante de la República Dominicana, a una de sus despedidas, una recepción organizada por el gobierno de Paraguay. Fue un evento cargado de simbolismo, reflejo de las transiciones de liderazgo en la OEA. La Secretaría General de la OEA ha estado, por mucho tiempo, bajo la influencia de figuras del Cono Sur. Creo firmemente que ha llegado el momento de que surja un secretario del Caribe o de Centroamérica. Con nuestra creciente influencia y la notable capacidad de nuestros embajadores, estamos en una posición privilegiada para presentar un candidato que logre los votos suficientes para asumir esta importante posición en un mundo que navega por aguas turbulentas. La región del Cono Sur, con la excepción del presidente de Paraguay, Santiago Peña, se encuentra distraída con ruidos internos, lo que nos ofrece una oportunidad única. La OEA fue creada bajo siete principios fundamentales, destacándose como un foro multilateral donde los países de América pueden trabajar juntos para resolver problemas comunes, promover la democracia y los derechos humanos, y asegurar el desarrollo y la seguridad en el continente. América Latina, con su diversidad cultural y geográfica, ha sido históricamente un mosaico de intereses y aspiraciones. Sin embargo, es precisamente en la unidad de esta diversidad donde radica nuestra fortaleza. Los países de Centroamérica y el Caribe, a menudo eclipsados por las grandes potencias del norte y del sur del continente, poseen una riqueza y una perspectiva únicas que podrían enriquecer significativamente la OEA. La Secretaría General de la OEA no debe ser vista como un trono reservado para unos pocos países, sino como una posición que refleje la pluralidad y las voces de todos los miembros del continente. Los países centroamericanos y caribeños, con su historia de resistencia y resiliencia, están en una posición idónea para liderar una nueva era en la organización. Imaginen un liderazgo que entienda profundamente los desafíos de la vulnerabilidad climática, la lucha contra la desigualdad y la promoción de la democracia desde la perspectiva de quienes han vivido en carne propia estos retos durante tantos años. La OEA, que fue fundada con la noble intención de promover la solidaridad y la cooperación entre las naciones del continente, se beneficiaría enormemente de un secretario general que provenga de Centroamérica o del Caribe. Un hombre de esta región traería una visión renovada y más urgente de los problemas que afectan a los países más pequeños y vulnerables. Además, serviría como un puente entre las naciones de habla hispana, inglesa y francesa, fomentando una mayor cohesión y entendimiento mutuo. La postulación de un candidato con experiencia diplomática proveniente de Centroamérica o del Caribe no es solo una cuestión de representación simbólica, sino una estrategia pragmática para revitalizar la organización y ambas regiones. Este candidato tendría la oportunidad de impulsar agendas de desarrollo sostenible, derechos humanos y seguridad, con un enfoque particular en las necesidades y aspiraciones de los pequeños estados de esta parte del mundo. Nuestra región necesita una voz con experiencia que pueda llevar nuestras voces al centro de las decisiones hemisféricas, alguien que comprenda que la fortaleza de América reside en la suma de sus partes. Estoy convencido de que ha llegado la hora de que Centroamérica y el Caribe levanten la cabeza con orgullo y reclamen sus espacios en la mesa de la OEA. La unidad en la diversidad es el camino hacia un futuro más justo y equitativo para todos los pueblos del continente. La elección de un secretario general de estas regiones no solo sería un reconocimiento a su importancia, sino también una señal poderosa de que todos los países, independientemente de su tamaño o poder, tienen un papel crucial que desempeñar en la construcción del futuro de América. Centroamérica y el Caribe constituyen en términos de votación más de la mitad de los 34 votos necesarios para elegir al secretario general en la OEA. Es tiempo de que la región del Cono Sur mire con agradecimiento al Caribe y a Centroamérica, que han apoyado consistentemente a sus países en diversos organismos de la OEA durante estos veinte largos años de dominio en este organismo internacional y sus diferentes órganos. La República Dominicana, con su liderazgo firme y su compromiso con los valores de la OEA, está llamada a desempeñar un papel protagónico en esta nueva era. Somos una nación que, a lo largo de los años, ha demostrado su capacidad para liderar y forjar alianzas estratégicas en pro del bienestar común del continente americano. El presidente dominicano, Luis Rodolfo Abinader, se
Celebración Centenaria de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda.
El 24 de junio de 1924, irrumpió en el panorama literario una voz que cambiaría para siempre el curso de la poesía hispanoamericana: la de Pablo Neruda. Con solo diecinueve años, Neruda publicó "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", un libro que, hoy en su centenario, sigue siendo uno de los más leídos y celebrados no solo de su autor, sino en el ámbito de la poesía mundial. Esta obra emblemática marcó un hito en la literatura por su innovador uso del lenguaje y la profunda intensidad emocional de sus versos. Fue un éxito instantáneo, traducido a numerosos idiomas y consolidándose como un clásico de la poesía mundial. La capacidad de Neruda para capturar la esencia del amor humano lo ha mantenido vigente a lo largo de las décadas, abriendo el camino para que el poeta chileno se convirtiera en una de las voces más importantes del siglo XX. Este reconocimiento culminó con el Premio Nobel de Literatura en 1971. A veces, al tener este libro en mis manos, me pregunto en la tranquilidad de mi biblioteca, ¿cómo pudo un joven de esa edad alcanzar la cumbre de la poesía, mostrar tal madurez en sus textos y escribir con tanta profundidad sobre los sentimientos humanos? No creo que a tan temprana edad hubiera leído exhaustivamente a los poetas del simbolismo como Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o incluso Whitman. Era demasiado joven para haber absorbido plenamente la luz y el aliento de estos grandes poetas. Solo puedo concluir que con Pablo Neruda estamos frente a un genio de la poesía, comparable solo con Rubén Darío, quien a la misma edad ya mostraba una notable madurez en sus versos. La popularidad de este libro, estructurado en veinte poemas cada uno con su propio ritmo y estilo, seguido por una única "canción desesperada", sigue intacta en pleno siglo XXI. Esta estructura no solo organiza la obra, sino que también crea un crescendo emocional que culmina en la intensidad de la canción final, manteniéndose en el gusto de lectores de diferentes edades. La crítica ha elogiado la obra por su honestidad emocional y su innovadora técnica poética. Algunos estudiosos destacan cómo Neruda logró, a través de su lenguaje y sus imágenes, transformar experiencias personales en expresiones universales de amor y dolor. El libro también ha sido objeto de análisis por su exploración de la identidad masculina y la representación de la mujer, aspectos que han generado diversos debates académicos. Pero, a pesar de los debates y críticas, hoy, cien años después, "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" sigue siendo una lectura esencial para los amantes de la poesía y una obra de referencia para entender la evolución de la literatura latinoamericana. La profundidad y la belleza de sus versos continúan inspirando a nuevas generaciones de lectores y escritores en todo el mundo. En este centenario, saludamos a los poetas y amantes de la buena poesía, como Mateo Morrison, Soledad Álvarez, José del Castillo, Basilio Belliard, Plinio Chahín, José Enrique Delmonte, y al director de la Biblioteca Nacional, Rafael Peralta Romero, quienes celebran en el país estos cien años de poesía nerudiana. Que su legado siga iluminando el camino de la poesía y de aquellos que encuentran en sus versos una fuente inagotable de inspiración.
Reescribiendo a Don Quijote
La amistad. Sancho, amigo fiel, en aquellos tiempos eras capaz de acompañarme desde Alcalá de Henares hasta Ciudad Real, todo por mi ideal de luchar contra la injusticia. Pero ahora, Sancho, la amistad no se valora como antes. Muchos utilizan la palabra "amigo" solo para aprovecharse de la otra persona. Te aseguro, Sancho, que aquellos que más pronuncian la palabra "amigo" son los que menos la entienden. Igual ocurre con el amor. Por amor, Sancho, regresé a mi ciudad solo por mi Dulcinea del Toboso. En la historia que narra Cervantes en su libro, que lleva mi nombre, solo tuve un amor verdadero. El amor, Sancho, no se demuestra con palabras, se vive. Es como el viento, el sol y la luna, que no dicen nada, pero están ahí para nosotros todos los días sin pronunciar una sola palabra, y uno simplemente los siente. Están ahí siempre; eso es amor. En cuanto a los amigos, Sancho, ponte siempre en sus zapatos y siempre los conservarás. Así, Sancho, si tienes un amor, consérvalo; y si tienes amigos, cuídalos igual. Pero abre bien los ojos, Sancho, para no sufrir nunca la falta de amor ni de amigos. Porque quien no tiene ni uno ni otro –dijo Don Quijote deteniendo su caballo y mirando a Sancho a los ojos–, lleva en su corazón un largo y seco desierto, y en sus ojos un oscuro agujero que le impide ver el mundo tal como es.
Vientos de cambio en la diplomacia
El sol caía lentamente en la Universidad del Caribe, impregnando el campus con una cálida luz dorada que acentuaba la atmósfera de celebración y logro. Fue en este escenario, en la graduación del sábado, donde una joven estudiante se acercó a mí, sus ojos brillaban con el entusiasmo y la pasión de quien ha descubierto una verdad trascendental. Comenzó a hablarme sobre la diplomacia y cómo, en su opinión, había cambiado de manera drástica en nuestro país. Al escucharla, comprendí que sus palabras no solo eran reflexiones de una mente joven y brillante, sino también un eco de una transformación profunda y real. La diplomacia, esa noble y antigua práctica de gestionar las relaciones entre naciones, ha sufrido una metamorfosis significativa en los últimos años. Los embajadores de hoy ya no son solo veteranos de carrera con décadas de experiencia, sino también jóvenes llenos de talento y formación académica rigurosa. Han obtenido maestrías no solo en nuestras prestigiosas universidades nacionales, sino también en las más renombradas instituciones extranjeras. Esta nueva generación de diplomáticos trae consigo un enfoque fresco y dinámico, acorde a las exigencias de un mundo en constante cambio. La diplomacia, por su propia naturaleza, siempre ha sido un arte discreto. Sin embargo, en los tiempos actuales, esta discreción se ha vuelto aún más pronunciada. Los retos con nuestro país vecino han obligado a nuestros diplomáticos a trabajar de manera silenciosa, muchas veces en la sombra, mientras los focos de los medios se centran en eventos más estridentes. Ellos, en su labor silenciosa, dedican largas horas al análisis minucioso y a la búsqueda de soluciones creativas para las crisis que surgen, muchas veces de manera inesperada. Históricamente, el ejercicio diplomático ha sido percibido como una actividad distante, manejada por expertos en altos cargos, cuyas decisiones rara vez parecían impactar directamente nuestras vidas cotidianas. Pero en esta era de cambios profundos y acelerados, esa percepción ha cambiado. Los desafíos actuales y futuros no respetan fronteras; la pandemia de COVID-19, con su trágico manto, ha demostrado de manera dolorosa cómo los problemas nacionales e internacionales están entrelazados, desdibujando las líneas que alguna vez creímos firmes entre ellos. Hoy, nos enfrentamos a una miríada de problemas globales que exigen atención y acción inmediata. La lucha contra el cambio climático, la conversación pública global facilitada por la revolución en las telecomunicaciones, la gestión de los flujos migratorios y los vínculos comerciales, económicos y financieros son solo algunos de los temas que demandan una atención más detallada y coordinada en el ámbito de las relaciones internacionales. La cancillería de nuestro país ha demostrado una dirección acertada y eficaz en la conducción de estos temas durante las diversas cumbres internacionales. La diplomacia contemporánea ha ganado en profesionalismo y respeto a las leyes que rigen la carrera diplomática. Esta evolución ha exigido a nuestros representantes mayor entrega, preparación y una dedicación inquebrantable al servicio público. Los avances que nuestro país ha logrado en esta materia son notables. El entendimiento y fortalecimiento de las relaciones con otros países son un testimonio de la conducción profesional y dedicada del actual canciller y su equipo de trabajo. Esta evolución en la diplomacia no solo refleja una adaptación a las nuevas realidades globales, sino también un compromiso firme con la colaboración internacional y la gestión eficiente de los problemas transnacionales, que son ahora más cruciales que nunca. Al escuchar a la joven estudiante, me di cuenta de que sus palabras no eran solo una observación académica, sino una verdad palpable. La diplomacia, en su esencia, ha evolucionado, adaptándose a las nuevas realidades y desafíos de un mundo globalizado. Esta transformación es un reflejo de nuestra capacidad para innovar y mejorar, para enfrentar los retos del presente y del futuro con una visión clara y un compromiso firme. Y así, con una renovada esperanza en el poder del diálogo y la cooperación, se había terminado la graduación y me alejé de la Universidad del Caribe, consciente de que la diplomacia moderna está en manos capaces y dedicadas en esta época de guerras y desafíos en el mundo de hoy. Hasta el próximo… Autor: Marino Berigüete
Estados Unidos y el Futuro del Orden Liberal Internacional
Marino Beriguete. En un mundo sacudido por conflictos y divisiones, la erosión del orden liberal internacional se hace cada vez más evidente. Las guerras en Ucrania y Gaza no solo han sembrado destrucción y sufrimiento, sino que han puesto en tela de juicio la capacidad y la voluntad de Estados Unidos para seguir siendo esa "nación indispensable". En este contexto, nos preguntamos si esta superpotencia, sumida en sus propias divisiones internas, puede todavía aglutinar a sus aliados, tanto en el Atlántico como en el Pacífico y América Latina, para restaurar y mantener la estabilidad global. La necesidad de la implicación del pueblo estadounidense en los asuntos mundiales ha sido indiscutible. A lo largo del siglo XX, y en lo que va del XXI, Estados Unidos ha jugado un papel crucial en la configuración de un orden internacional basado en valores liberales: democracia, derechos humanos y libre comercio. Sin embargo, el panorama actual presenta varios desafíos inéditos. Las guerras en Ucrania y Gaza han exacerbado tensiones y han demostrado que el unilateralismo no es sostenible. El orden liberal internacional que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y se consolidó durante la Guerra Fría se sustentaba en un consenso amplio sobre la necesidad de instituciones multilaterales y una economía global abierta. Naciones Unidas, la OTAN, el FMI y el Banco Mundial son ejemplos de este entramado institucional que, bajo la égida estadounidense, ha contribuido a décadas de relativa paz y prosperidad. Sin embargo, estos logros están ahora en peligro. A las puertas de las elecciones de noviembre, el panorama interno de Estados Unidos se muestra más dividido que nunca. El nacional-populismo ha desgarrado el tejido social y político del país, alimentando un clima de polarización que dificulta la formulación de una política exterior coherente y efectiva. El nacionalismo exacerbado y el aislacionismo son tentaciones que, aunque comprensibles en tiempos de crisis, son profundamente destructivas para un país que, más que nunca, necesita reafirmar su papel en el mundo. La retórica de "América Primero", popularizada en los últimos años, ha contribuido a un retraimiento de Estados Unidos en la escena global. Este repliegue ha dejado un vacío que otras potencias, especialmente China y Rusia, han estado ansiosas por llenar. El nacionalismo no solo mina la cooperación internacional, sino que también erosiona la confianza de los aliados tradicionales en la fiabilidad de Estados Unidos como socio estratégico. La capacidad de Estados Unidos para sumar aliados será fundamental. En el Atlántico, las relaciones con Europa necesitan revitalización y compromiso. Los aliados europeos, aunque tradicionalmente fieles, requieren señales claras de liderazgo y apoyo. Las tensiones comerciales y las diferencias en políticas climáticas y de defensa han creado fisuras que deben ser reparadas. La OTAN, piedra angular de la defensa transatlántica, necesita una reafirmación del compromiso estadounidense. El fortalecimiento de esta alianza no solo disuade a adversarios, sino que también reafirma el valor de la cooperación multilateral. Además, en un mundo donde las amenazas cibernéticas y el terrorismo global continúan siendo desafíos prominentes, la cooperación estrecha entre Estados Unidos y Europa es más esencial que nunca. En el Pacífico, la creciente influencia de China plantea un reto estratégico que solo puede ser afrontado mediante una red de alianzas sólidas y confiables. Japón, Corea del Sur, Australia e India son actores clave en esta región. La diplomacia multilateral y la construcción de consensos serán esenciales en esta tarea. El Indo-Pacífico es una región dinámica y de importancia geopolítica crucial. La Iniciativa de Infraestructura Global y la Asociación Transpacífica son ejemplos de esfuerzos que buscan contrarrestar la influencia china mediante el fomento de la cooperación económica y la promoción de estándares de comercio justo y transparente. Sin embargo, para que estas iniciativas tengan éxito, Estados Unidos debe mostrar un compromiso sostenido y una estrategia clara. En América Latina, el ascenso de China en términos de influencia económica y política ha sido un fenómeno notable en las últimas décadas. Mientras tanto, los Estados Unidos han estado ocupados en fortalecer lazos con los países europeos y del Pacífico, lo que con el tiempo ha generado un impacto en su política de alianza con sus aliados tradicionales en la región latinoamericana. China ha desplegado una estrategia diplomática y económica agresiva en América Latina, invirtiendo en diversos sectores clave como la infraestructura, la energía y la tecnología. A través de iniciativas como la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, China ha establecido vínculos económicos sólidos con muchos países de la región, ofreciendo préstamos y financiamiento para proyectos de desarrollo a gran escala. Esta creciente presencia china ha planteado desafíos para los Estados Unidos, que históricamente han considerado a América Latina como su "patio trasero" y han mantenido fuertes lazos políticos y comerciales con varios países de la región. La atención de Estados Unidos en fortalecer sus relaciones con Europa y Asia Pacífico ha llevado a una relativa falta de atención hacia los asuntos latinoamericanos, lo que ha permitido a China expandir su influencia en la región. Este cambio en el equilibrio de poder en América Latina ha llevado a cuestionamientos sobre la futura dirección de las relaciones entre los países de la región y sus históricos aliados. Algunos analistas señalan que la creciente presencia china podría contribuir a diversificar las fuentes de inversión y desarrollo en la región, mientras que otros advierten sobre los posibles riesgos de depender demasiado de un solo actor externo. En este sentido, es crucial para los Estados Unidos revisar y ajustar su enfoque hacia América Latina, reconociendo la importancia estratégica de la región y reforzando la colaboración con sus socios tradicionales. Al mismo tiempo, las naciones latinoamericanas deben mantener un equilibrio en sus relaciones internacionales, aprovechando las oportunidades de colaboración con diferentes actores globales sin comprometer su soberanía y desarrollo a largo plazo. El futuro del orden liberal internacional depende en gran medida de la capacidad de Estados Unidos para superar sus divisiones internas y reafirmar su compromiso con los valores que históricamente ha defendido. La estabilidad global necesita una democracia liberal robusta y
El gordo de la banda gorda
Marino Berigüete. En la noche del martes 18 llego a mi casa el gordo de la banda gorda, con su cara de infantil y sus dientes separado se reía de mi continuamente mientras me arreglaba esta página, en este momento había decidido ir al baño estaba conectado al agua, o su próstata serviría menos que la mía, el gordito me dijo que tenia un solo hijo con apenas treinta y tres años. Pitaba y cantaba como si fuera un niño del barrio preguntando por la mujer suya, al parecer ya tenía hambre.
Biografía
Poeta, escritor, miembro correspondiente de la Academia de laLengua. Decano de la escuela de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticasde la Universidad del Caribe.Diplomático de Carrera, MIREX.Catedrático universitario. Nació en Barahona, República Dominicana el 9 de julio 1962. Ingresa alservicio diplomático en el 2005 como ministro consejero y en el 2010es designado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de laRepública Dominicana en la República del Paraguay, en junio 2017 esdesignado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario en la RepúblicaDominicana en la República de Honduras y en febrero del 2019 esdesignado Embajador concurrente en la República de Belice con Sedeen Honduras. En su formación académica, abogado, se destacan, Máster en RelacionesInternacionales, Máster en Ciencias Políticas con especialización enPolitología, ambas de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.Post grado de Procedimiento Civil, de la Universidad Autónoma de SantoDomingo. El abogado Marino Beriguete, cuenta con una amplia trayectoria laboralen el sector privado y público, se han desarrollado en el serviciodiplomático, Ministerio de Relaciones Exteriores. Antes de ingresar alservicio exterior, fue socio fundador del bufete jurídico AVOCAT, dondetrabajó como abogado y consultor para el sector privado, afianzándoseen el área de Hotelería, en Punta Cana. Adicionalmente: Ha sido catedrático de Derecho Diplomático yConsular, Derecho Público Privado, Procedimiento Civil, en laUniversidad Católica de Santo Domingo, y Universidad Nacional PedroHenríquez Ureña. Catedrático en el instituto de Educación Superior de FormaciónDiplomática y Consular, INESDYC. Conferencista invitado en diferentes escenarios, que incluyenuniversidades de prestigio local e internacional, destacándose en paísescomo: México, España, Chile, Puerto Rico, Paraguay, Honduras, Estados Unidos; manejando diversos temas académicos, tanto del área de ladiplomacia, política internacional, derecho, así como del área cultural. Ha publicado varios libros, con editoriales de prestigio internacional,como Grupo Norma. Sus historias, con frecuencia, nos hacen recordarlos mejores cuentos de los grandes maestros de la narrativa.